miércoles, 27 de abril de 2011

Die barra Die


De los retorcidos tres puntos de obsesión con que empiezo mis retorcidas querellas sinápticas, solo queda uno.
Ayer leía el único libro que puedo soportar hace ya un tiempo, porque en algunos momentos uno solo soporta lo que hecha luz sobre las cosas. No necesariamente la verdad, porque no siempre necesitamos de ella.
Nadando río arriba me pregunto cual pez frente al señuelo, ¿si fuera hacia arriba todo esto, intentaría bajar? Suelo refugiarme en ello. En esa gilada de salmón rosado que va contra algo. No se me escapa que de ser así, solo encontraría razón de existir en oponerme a algo.
“la humildad del mendigo hace que baje la cabeza frente a quien intuye, tiene más nivel que él, pero exige lo mismo hacia quienes considera que le son inferiores; sin embargo el guerrero no baja la cabeza ante nadie, pero tampoco deja que nadie la baje frente a él, en eso consiste su humildad”. El pasaje me deja atónito, casi intuyendo una reflexión. Siempre pensé que la gente normal necesita de los extremistas, y hoy lo vengo a confirmar.
No hay un ramillete de normales y aparece un extremista a exceder su categoría. Existen extremistas, luego, gente que no se acerca ni por asomo al extremo.
De todas formas, a todas luces y a todas horas, todo parece indicar que el único que se jode por extremista, es en efecto, el extremista.
Parece también haber algun mensaje subliminal con una dicotomía importante: “se normal, pero no dejes de aspirar al extremo”, o algo por el estilo. Pienso que sería una buena forma de dominar a alguien, manteniendo su vida bien contenida y dejándole la esperanza encendida; ¿resultado?: el hombre promedio.