lunes, 19 de febrero de 2018

Silencio de blanca

Cierra las puertas y traba las ventanas. Deja todo que dramáticamente viene el invierno a buscarnos, entre mantras y cantos helados de vientos entre hojas. La verdad y el deseo de conservar para siempre el tiempo, mover rocas de aquí para allá y no descansar, temerosos de ser oídos. En el hielo recrudecen ideas cada vez más ingenuas y violentas… no los dejaremos pasar. No dejaremos que se cobijen en nuestro fuego, pero no daremos voz de alto, sino solo silencio.
Lo espeso del aire enredará la risa en árabes formas y las coplas melancólicas serán consumidas hasta la médula. Nadie vendrá. Cierra todo no obstante, que la incoherencia no nos impide actuar, y la codicia nos pone promediando la madrugada. Bebe esos esperpentos, que debemos atravesar el río, pues hemos de contar a todos la verdad, la mentira y las obscenidades del mundo al son de aceros de fanfarrias.
La espiral de los corazones no se conoce hasta que sangran. La esencia yace muerta a cada resignación de autenticidad y la lloran sus asesinos. Sangres heladas y pieles marchitas combaten, y con el tiempo conviven, y con el tiempo se destruyen silenciosamente. El ruido a huesos rotos retumba en los acantilados de las ansiedades y los vicios, en la angustia de una niña eterna y en la lágrima del niño sin luz.

La espesura de los bañados prados y el sol que esquiva el rocío de las hojas nos miran atónitos. ¡Traidores todos, traidores todos a cada instante! Mas no nos desean ni el consuelo de la muerte. Los tambores del destino no se detienen. No sentirán lástima ante la revelación. La distorsión crecerá, la invocación será inevitable y será el silencio.