jueves, 27 de junio de 2013

Las exteriorizaciones simbólicas

Todos significamos, relativamente, algo para alguien. Eventual y coyunturalmente somos lo viejo, lo presente o lo nuevo. Salvedad válida al respecto de las connotaciones –peyorativas o no– que pudieran hacerse al respecto, siempre caemos en alguna de estas características funcionales.
Así las cosas, no podríamos decir que uno, en tanto objeto o sujeto, signifique nada. Uno significa, entonces, en tanto exteriorizaciones simbólicas. Aún más, en ese orden de ideas, uno significa para sí mismo según sus propias exteriorizaciones simbólicas. La disociación entre el sujeto-objeto que nos compone y una suerte de entidad que se manifiesta, es evidente.
Las exteriorizaciones simbólicas se dan condicionadas por una serie de factores internos y externos. En los primeros, conviven dos clases de reacciones: las anteriores y las posteriores. Las anteriores son las puras, las inocentes y las más versátiles. Las posteriores siguen siendo internas, mas rígidamente condicionadas por los factores externos, y disimuladas a tal punto que ni en veinte años de diván podríamos encontrarlas en sus oscuras ciénagas.
Deberíamos concluir entonces, que las tres significaciones relativas están más ligadas a la noción temporal de lo que podría a priori deducirse. También deberíamos acordar, en que a fin de convivir con estas significaciones, debemos considerarnos como un tercero, a propósito de estas.
Entonces, puede uno encontrar quietud estando seguro de consagrar en la unidad de tiempo que desee, una parte de aquella entidad manifestada a cada una de las nociones temporales que caben en nuestra razón sin demasiado esfuerzo metafísico. No hacerlo estaría significando, finalmente, un insulto a nuestro significado.

lunes, 17 de junio de 2013

Manifiesto vehementemente

Vengo de una cuna cargada de amor, esfuerzo, inconsciencia y claridad mental.  No puedo imponerme ser esencialmente distinto y no puedo dejar de exigirme ser espiritualmente mejor. El determinismo que  marca un legado nunca me ha dejado olvidar el hambre que no sufrí, y de ahí una ambición por la justicia interminable, gigante en los diminutos y efímeros momentos de la vida.

Vengo de un molde cortado con la cuchilla del intelectual sin estudio, del apasionado prudente y del protagonista modesto. No puedo entregarme al vicio de rebajar ni ser rebajado ante nadie. Una sola idea primitiva desvanece la electricidad de un mundo disimulado, y por ello he de recordar que me debo a mí y luego a mis pares, en quienes deposito la alegría de haber saldado la cuenta propia.

Vengo de un ideal herido, de un principio truncado y de un estandarte manchado por la crueldad ajena. No puedo correr desbocado sin aprender, sin recordar. La sinergia de cada uno de los eventos pasados me hace responsable por el modo en que me comporte ante los futuros. Por ello, debo despegarme de la relatividad terrenal entre el bien y el mal, sabiendo que esta aplica a ambos identidad de reglas.

Vengo de una explosión de poder vital, un torbellino que arrasa y una mano delicada que acaricia. No puedo permitirme hacer bien a otros sin antes hacerlo conmigo. Idea con paradoja por médula, que se eleva en los más afinados cantos del mundo disimulado y pretende alzar en júbilo a quien muere por dentro, ante el silencio de todos.

Vengo del mundo del equilibrio, de la conexión con el suelo, de la reflexión que consuma. No puedo dejar que se detenga el diálogo, la llama que ilumina la puerta a la casa del pensamiento… allí donde habitan la razón y el azar. Y no es amor a lo metafísico, elevado. Es amor a lo inicial, a lo primero, a lo eminente.

Y vengo del mundo en el que estoy ahora y en el que tal vez estaré mañana. Me desautorizo a caminar hacia el frente de espaldas. Me desautorizo a caminar hacia adelante con la sien clavada en el horizonte. Me hago responsable de ser un poco en cada uno, y ser todo en mí. 

miércoles, 5 de junio de 2013

Le Quai.

Si te paras a pensar, cada segundo está lleno de sentido. Como la luz que inunda diferente los ojos trasnochados, la realidad está siendo ahora; es desapasionado negarlo.
Pero ahí van... ahí van todos corriendo a la mejor uva. Querer decir solo por querer decir, y jugar condicionado de entrada por suertes que no son las propias. Tienen algo que quieren, que queremos y que quiero... actuar es la desestructura, dijo el chamán.
La felicidad es un estado tan complejo de mantener, que muchos hombres le huyen aterrados en el inconsciente deseo de tener algo para decir, algo para compartir, algo para hablar de la tristeza berreta, la tristeza que se elige.
Una dinámica incomprensible que te eleva... y volcás; salud!.