“Hay palabras que tienen sombra de árbol, otras que tienen atmósfera de astros. Hay vocablos que tienen fuego de rayos, y que incendian donde caen”
Altazor – Vicente Huidobro
Antes lo distinguía a lo lejos.
Estaba equivocado. Doce de las mañanas que me trajeron aquí se han apagado. Todas
ellas murmuran en silencio, con días azules y noches suaves. Deambula el
pensamiento que irrumpe, que sueña: ¡El vozarrón caerá con nueva sabiduría,
mañana! Solo dirá Hermes que no acotes cada día tu universo, con horas vanas,
con flagelos estúpidos, con causas horrendas.
Todos corren, todos ordenan. Con
estrepitosa saña. El desprecio quizás sea mutuo. Anticuerpos, espías. ¡Qué
torpes! Caminando sin señalarnos, pensando que no hay cambio. ¿Qué estereotipo
de mediocridad se vacuna con preguntas, dudas, disposición intransigente a
corregir el rumbo? No hay. Ahí radica tu peligro. Ahí radica tu heraldo.
Rojos, blancos y negros bajan
todos juntos desde mis venas. Caen en cascada hacia el suelo, soñando sublimar
contra el aire. La espera de los días es eterna, la espesura de las hojas tu
olor. La semilla de tu encanto viaja y siembra. Sola sobre todo mantel.
La soledad me habla, sin
aliento y cuando oscuro. Tanto silencio hasta la médula que puedo oír cómo
suena mi cuerpo. -¡Ah!- susurra… -puedes olvidarme todo lo que quieras-. Verdades
tácitas. Teoría de lo dado por sentado. Ven, pon tu mano sobre mi mano. Vamos a
verlo todo.