lunes, 21 de marzo de 2011

Vasayo

 

Tiene el imperio un verbo, que no conocen los vasallos; lo dominan los tiranos y lo ocultan a su clero. Hay piedad en la desdicha, y hay perdón en los cimientos. Se fortalece la fortaleza y se escandaliza el titiritero. Los actores se abarrotan en las huestes del misterio; se cuestionan los filósofos, y se atreven los libreros. Odian los niños la oratoria. Los monjes saben sus acentos. El leproso a hurtadillas aprovisiona su sustento. Hay un miedo que relincha; hay un par de ovejeros. Sobreabundan los juglares del mercado y del infierno.
No conozco tus acciones. Nada entiendo de tu verbo; sólo leo titulares de juglares y libreros. Me revelo de impotencia por la sombra del leproso; me someto sin más dogmas a los dogmas del monasterio; subestimo a los infantes que sonríen al hipócrita; me recluto en la ignominia del destino de mi pueblo, y le aplaudo al titiritero la mofa por las ropas del tirano.
No me preguntes por aquél verbo, yo tan sólo soy vasallo. 


Gabriel Mauricio Avalos Abuin.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Y que te invada el vacío.

Te irás lejos, tanto como para que no pueda verte. Pero harás ruido, tanto como para que yo lo escuche desde aquí y puedan llenarse de lágrimas mis ojos al pensar en vos.
Se encuentran algunos caminos de la vida, que no me seducen demasiado. Estupefactos ante el brillo, pares y pares de iris ven la luz naciente de un río bastante turbio como para disimular su cauce.
En el mundo de lo heróico late la desazón de un rey sin reino, en una tienda de coronas.
Estoy lo suficientemente estupefacto como para detectar cualquier movimiento que haga. He de aguardar...