domingo, 21 de abril de 2013

Tres mentiras acerca de Natalia Biglieri

Aportando al registro virtual  un poco mas de material de extorsión futura y haciendo uso de genialidad ajena, los dejo deleitarse con un escrito de Gabriel Avalos.



TRES MENTIRAS ACERCA DE NATALIA BIGLIERI. 


-¿cuánto la deseas? preguntó Dios al hombre. El hombre contestó: ¡Oh mi Señor! Todo lo que tu sabiduría infinita quiera concedérmela. -¡Obsecuente! Le espetó Dios. -Sabes de mi amor misericordioso que nada lo niega y aún así finges de humildad en mi presencia. Si no puedes hablarme con verdad, tampoco serás digno de ella. Crearé para tí la duda, y en la duda eterna habrás de construir tus cimientos. Con esas palabras Dios condenó su propia existencia.

Primera Mentira

Natalia Biglieri se paseaba por los pasillos de la facultad de Derecho de la Universidad del Salvador con los senos desnudos. Bueno. No desnudos. Denudos debajo de esa ¿remera? ¿camisa? ¿poncho? Que importa. Un paso. Dos pasos. Tres pasos. Y al mismo compás sus tetas se movían de un lado al otro, de un lado al otro, de un lado al otro. Todos las vimos. Se asomaban. Los pezones se le animaban a la vergüenza en la mesa del bar de Chipi. ¡Cuánta belleza! Lo negas. Lo negaste otra vez hoy cuando hablamos por teléfono. Dejame pensarte desnuda. Regalame eso. Regalame algo. Conozco los tratados de estética. Ví ciento tres senos de mujeres retratados; escuché siete tetas rozar el abismo ¿Cuánto pesan? Todo dato merece acabar en las aristas. Nada detrás del todo. ¿Y cuáles son los detalles a tener en cuenta? MMMM en primer lugar... nada de estudios analíticos... nada de ensayos psicoanalíticos -ppssss-... una auréola, y dentro, otra auréola, y dentro, otra aureóla... y así... ¿no es acaso un espiral? La circunvalación es la figura geométrica por excelencia. No se agota en aristas. En espiral se consigue el infinito. Así los pechos de Natalia Biglieri. Infinitos. No. No. No. No son gigantes. No son minúsculos. No son turgentes y no son fofos. No son blancos, ni son chocolate. Ni azules ni rojos, ni verdes. Son dos. Número par que no se compite a sí mismo. Y Natalia no compite consigo misma. No son pechos impunes, ni pusilánimes. Son pechos arriesgados, desafiantes, observadores. Y observan. Te observan. Y en esa retórica frontal te interpelan. Son seductores, mimosos, saltarines y juguetones. Maleables, tersos, incorruptibles, altaneros, aguerridos y complacientes. Compañeros, borrachos, alegres, exhultantes, exiguos, extenuantes, emprendedores. Atletas, didácticos, mecenas, son censores. Son dos y no compiten. Son complejos, oblicuos, tentadores, rapaces, veloces, volcánicos -jamás bucólicos- jóvenes, cálidos, brillantes, rimbombantes, acogedores, trabajadores, apasionantes, apasionados, embriagadores, carismáticos, auténticos, alucinantes, extraodinarios, maravillosos. Son bellos. Dos bellos senos. ¡Ay! ¡Que belleza! Yo los vi. ¿Quién me lo niega? ¿vos? Natalia... Yo los ví. Los toqué. Los saboré. Los olí. Los sentí. Los besé. Los acobigé. Los entendí. Los amé. Y ay de mi alegría infinita. Infinita como tus tetas. Regalame tus tetas. Regalame algo. Regalame esta mentira, ¿no me ves mujer que estoy feliz?

Segunda Mentira

Natalia Biglieri observaba desde un rincón del aula 216 de la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador. Ahí estaba escondidita detrás de una puerta. Infiltrada. Hay veces en que la vida te regala la ventana sin cortinas de un vecino, la sintonización accidental de una señal de cine porno, y como en el caso de Natalia, la inesperada imágen de dos amigas consumiendose las bocas como impúberes colegialas en el aula 216 de la facultad de Derecho de la Universidad del Salvador. Eran las ocho de la mañana. Amanecía por Callao. Victoria y Rocío  caían los párpados extasiados. Natalia tragó saliba. Se saboreaban el cuerpo. Rocío extendió una lengua erguida y babosa recorriendole el cuello a Victoria. Victoria le abrió paso a su mano y la dejó descanzar entre el jean rasposo y el culito suave de Rocío. Lo acarició primero y lo apretó desgobernada después. Sus lenguas danzaban. Una le mordió el labio y la otra repondió mordiéndole el antítrago y lóbulo izquierdo. Natalia infló las fauces. Una gimió sedienta y la otra escuchó extasiada. Natalia apretó el picaporte de la puerta. Las pelvis vestidas se encontraban rítimicamente en un golpe de gracia. Victoria le estranguló los pelos de la nuca a Rocío. Rocío se dejó. ¡Que par de tetas monumentales victoria! Y nunca nadie volvió a colonizartelas como Rocío esa mañana. Rocío se asfixió en tus tetas. Natalia retrajo los dedos de los pies. El impune anonimato del voyerista que no compromete su cuerpo. Que maravilla. El panoptico de la cárceles para ver a los presos coger. Vigilar y Castigar y Tocarse. Todo el poder y toda la impunidad. Y toda la moralina sofista, para custodiar el deseo de lo prohibido. Que morbo. Que morbosa. Natalia. Cuánto morbo. Y cuán permitido que lo tenías. Esa es tu bendición de mujer. Si hubieses sabido que nosotros te observábamos a vos. En todo acto sexual se reivindica un poder. Hay una relación dominial que rige a las partes. El señor y la cosa. ¿y de dónde es que viene esta erotización que gernerais vosotras mujeres cuando os tocais tiernamente? En la dialéctica del amo y el esclavo, el primero resulta el único condenado a su condición. El esclavo puede dejar de ser esclavo. Desde una lógica falocéntrica la mujer que coloniza sexualmente a otra mujer, opera, respecto del hombre -en tanto que amo- como el gallo en la riña; como los gladiadores en la arena romana. Exita al Amo porque su cosa no es más que una extensión de sí mismo y de su dominio. Una conquista por extenso impeium. -Mi victoria es suya dominus. Dice el esclavo. -Ensancha las arcas de mi poder y serás libre. Promete el otro. Victoria. Gloriosa Victoria con tus testas asfixiantes. Natalia observó la determinación de Rocío al imprimir los incisivos dichosos sobre ese par de tetas, y acompañó el movimiento con el pellisquito suave de su clítoris. Nunca nadie te dará tanto placer como vos misma aquél día. Gobernate. Mi dómina. Dómina mia. Lo erotico es la dignificación del sexo a través de la fantasía y la cultura. Pero ustedes mujeres impías fueron eternamente reales. Aquella mañana en el aula 216 de la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador está registrada en la memoria agradecida de José, José, Christian y la mía. Ahora, en la de cada lector.

Tercera Mentira

Hoy te mentí. De nuevo. Te dije que te había escrito un cuento. Tal vez este. No era cierto. Tuve intenciones en algún momento. A veces tus palabras me hacen hacer cosas. Ahí. Ahí fue. Cuando nos vimos en Buenos Aires, en febrero. Hacía calor. Me propuse escribirte para retarte. Para interpelarte, ¿y quién soy yo para interpelarte? Dirás. Me gusta interpelarte porque quedás como indefensa. También me gusta mentirte porque adoro la reacción de tu falso enojo cuando me descubrís. Tanto te pensé. Tanto. A veces dudo que mis palabras, mis interpretaciones sean genuinas. ¿Acaso te he inventado? ¿Acaso no inventamos a todos? Me he creado una falsa vos en la que pienso que el universo es posible. Me decepcionás. Todo el tiempo me decepcionás. Se ha transformado en un estado inalterable que se ejecuta infinitamente con tu condición de ser.  G R I T A R T E. AHAHAHAHAHAHA!!!!!! ¿me escuchás? ¿y quién soy yo? Dirás. Me exhaspera. Me exhasperás. Y te disfruto amargamente. Así me hacés. ¿me escuchás? Yo pensaba que el mundo se arrodillaría ante tus pies de leopardo. Pero vos parecías más preocupada por tus pies de leopardo ¡que indignación! ¡que impotencia! ¿qué estás haciendo? ¿qué te estás haciendo? Ay tus ojitos lindos. Alicaidos hacia los lados <   >  y esa vez que te paseaste con las tetas desnudas por la facultad. ¡Que belleza! Hoy me lo negaste de nuevo. Regalame eso. Regalame algo. Una mentira, dos mentiras, tres mentiras y así. Hablemos así. Mientiendo. Hablar con vos es desaparecer el contorno de las cosas. La firme convicción de la mentira. Tu mentira y tus tetas. Esas no son mentira. Mi yo pensando un vos que no es. Tus tragedias de amores que no son, y que siempre son. ¡Ay! volví a enojarme con vos. Ya no puedo escribirte. Ahora no quiero. ¿para qué? Si siempre hacés lo que querés. Caprichosa. Y cómo me gusta consertirte. Yo ví nacer una reina. Pero para gobernar hay que sacar el ojo del sócalo ¿interpelarte entonces? ¿para qué? No sé qué mentira es peor. La tuya que te conmina a la tralla y al costal, o la mía que piensa que no te pertenecen. Vayan ahora unas palabras sinceras: no me des nunca la razón. Al menos mentime.-

miércoles, 17 de abril de 2013

Soleil


Me pienso en un paseo bajo el sol que hace solo tres días comenzó a bañar las costas del Ródano. Una larga caminata de casi una hora hasta mi casa y una serie de versos que reconfortan y suman aun más alegría al canto del agua contra las bases de los puentes. Intercambio miradas con gente que no conozco y pienso… somos lo que somos, pero también lo que no somos en un mismo e igual momento. Necesariamente, como la gravedad, nos proyectamos hacia y desde ojos ajenos, extraños, embriagados en juicio constante…
Pero yo igual camino tranquilo. Hay cosas de las que ocuparse, empezando por cada uno. Empezando por la libertad, que nos anula en la ironía de una lluvia de chances y caminos, paralizándonos a cada segundo del minuto más efímero, en el instante más insignificante e intrascendente que se pueda imaginar… tan importante es todo para mi.
Llego a casa entrecerrando los ojos. Evita ahora mismo que tranquilicen esos ojos ajenos que deberían asustar por decir lo que no sos, por aprobar lo que no sos… no te engañes.