A veces pienso si tengo un Padre,
o tengo un amigo de esos con los que el silencio no es incómodo. Un amigo que
me vio salir y que cuando me ve con cara de llegada, patea un poco el disco,
porque sabe que todavía no llegué. Un amigo que me vio crecer mientras crecía y
me enseñó mientras aprendía. Un amigo con autoridad de ley, gigante en su
humanidad.
A veces pienso si tengo un Padre,
o un compañero sobre el que descansar el peso de alguna arremetida. Uno de esos
con los que se lucha con, y uno de esos con los que se lucha contra. Un compañero
que empuja si está atrás y derrite hielo si es punta de lanza. Un compañero
templado por gigantes en su humanidad.
A veces pienso si tengo un Padre,
o un ídolo sobre el que escribir interminables libros. Increíbles fábulas sobre
el martillo de Thor, y míticos dioses de los elementos. Un ídolo que encadena
sus demonios y todas las mañanas les tira un poco de carne para que la cadena
aguante. Un ídolo que en su humanidad, endiosa su derredor.
A veces pienso si tengo un Padre,
o un recuerdo constante de que siempre puedo llegar más lejos, siempre puedo
explotar más fuerte, que el horizonte es indefinido y que lo grandioso se
presenta al vivirlo con naturalidad.