“[…] Es
cierto. Pero También es cierto que el hombre de este siglo está más en carne
viva que ningún otro, porque con sus manos abrió los átomos y rescató la fuerza
yacente, porque con sus manos asesinó millones de semejantes, porque con sus
manos tocó los planetas, y porque con sus manos quisiera alcanzar al otro para
preguntarle quién es, cuál es su nombre y si hace mucho que está ahí, tan
cerca, porque no lo veía.”
Teoría de la
persuasión
Fenwick –
Lezama
Bajan las
persianas, nuestras almas llegan grises y colmadas de emoción al invierno que
espera, cual gato frente a un plato de anchoas, fagocitar la razón y dar rienda
suelta al ego. Bestias del desorden y el color entumecidas, perdidas en el
bochorno tecnológico, allá en la distancia entre tu corazón y el mío, entre los
puntos del consenso.
Los murmullos
del dolor se van poco a poco, con tierra bajo sus uñas y las manos ásperas… olor
a corte de madera seca quizás, mientras duele el animal que muere todas las
mañanas bajo el filo de la hoja del poderoso caballero invisible. Temeroso
dueño de nuestras patológicas felicidades, abominable hombre de nuestras vanas
nieves.
No es diálogo,
sino dos monólogos envilecidos de vanidad, acomplejados de inferioridad y
refritos cada vez con más virulencia. Hay que contestar un rotundo nosotros a
las preguntas de ayer de hoy, y de mañana ¿quién nos privó de las estocadas de
la lluvia? ¿Quién dio paso al silencio? ¿Quién dejó la puerta abierta?
La razón es
hija bastarda del miedo. Es la hermana del medio de la verdad y la palabra, que
no siendo invitada a jugar destruye y corroe, buscando entrar en escena para
acaparar la atención. No obstante, el embate del tiempo podrá con todo, hará
florecer y marchitar cada una de nuestras luces, cada uno de nuestros sueños y
ya sin él, entenderemos por las malas que no hay sentido alguno.