El
zafarrancho duró años. Todas las luces apuntaron hacia el centro que debían,
como si hubieran sido orquestadas. Curiosamente como si en verdad hubiera un
propósito, una autoridad.
De
todo lo que puede esperarse de la abyecta escaramuza del binomio del bien y el mal,
he de hacer crecer una maña de creer, apostar y esperar. Nada como el hermoso
proyecto del progreso, que engolosina el alma voraz e ingrata, malagradecida en
todas sus esquinas.
He
dado un paso más hacia la última vez que me levantaré contra todo esto que
tanto hastía. He dado a la retórica de mi mismo un aliento, un giro en
descubierto de esperanza para no dejar que se bajen guardias aun. He dejado a
un lado todo rastro de obviedades del amor para extinguir necedades.
Era
un día soleado que se sentía espeso y complejo y aun así venció. Mas la inercia
que toma el mandoble al cortar, no se detiene habiendo logrado su meta… la
profunda razón de nuestro espectáculo, que nos deja sorprendidos en bucle sin
fin.
Acaso
deberé abandonar la épica que frustra su propio guión a cada paso. Será, una
vez más, el final de la cruzada infinita, que no aparece sino con disimulo a
reír a costa de los planes del espejo.
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