sábado, 31 de agosto de 2019

De hoy en ocho días.


Hay una mancha que recorre la pared, me mira y se sonroja en toda su impunidad de evento incorrecto. Abstracta y provocadora me recuerda la fanfarria que precede al hechizo idealista, a las quimeras más enfáticas y a las más desopilantes ideas, tan ciertas ellas como la sed de los unicornios.
En el final, el olvido es inevitable. Se conjuran la desaparición de las neuronas con las ansias incendiarias de cada nuevo Prometeo, que se jactará de la originalidad de sus transgresiones, que predicará sus justicias con éxodos por las autopistas de los reyes.
Versiones interminables de mis pasos, que se abren a cada momento, que caminan desde otras voces. Susurra moribundo mi blasón, ensimismado desde hace ya tanto tiempo que no logra recordar cuestionarse, no logra cambiar y así saberse vivo. Recrudece en su impericia, respira cóleras mundanas y dialécticas intrascendentes para mantener vista en algo y bebe de vez en cuando.
La espesura del horizonte, la promesa de tiernos prados. El agobiante dilema de la mano que sostenga dueña el golpe, en el puñetazo preciso, en la alineación de los sucesos, en el estruendoso esplendor de los momentos.

lunes, 15 de abril de 2019

Rohan


“Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas. De cada gota de sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino. Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta”.

Altazor – Vicente Huidobro

A todo esto se ha reducido mi grandeza. Tratar de estar despierto y recordar mi nombre. Escaparate que dice libertad, viejo mostrador de terceras o cuartas generaciones vendiendo bulones. Moho. ¿Será que en realidad esperaré al último segundo para realmente entender algo? Como me aprieta el aire, como me ahoga el sol.
Verás, amigo mio, mi soledad es enorme, pues he perdido la habilidad de veros como personas, he atrofiado mi alma y ya no la veo reflejada en ustedes.
Siempre creí ser heraldo de mi mismo. Y ni siquiera yo tener la fuerza para detenerme. Pero la mañana, que horada mi voluntad, me trae con los pies cansados. Me aploma y extingue día tras día como al Rey de Rohan.

martes, 2 de abril de 2019

Exagium Njala


De sus muchas tácticas, la geomancia siempre fue la preferida. Estruendosos gestos de premonición, caminos que se bifurcan y marcan la interminable ansiedad, acechan desde lo extraño, desde lo que siempre descartó y ya nunca querrá mirar de frente.
Todo puede pasar, todo puede ser y aun así no encontramos los sigilos de la tierra, que pacientemente nos espera. ¿Quiénes son los hijos de este suelo sino aquellos que así sienten? Esas leves revelaciones sirenas, que me dicen que todo son enfoques, que la luz son mis ojos y el viento mi pelo, y lo bello mi alma y el mal mi propia oscuridad, se quedan atónitas frente al amor, que existe sin que nadie sugiera nada.
Disparos allá a lo lejos, en la ruta del desierto, que relata una eternidad en línea recta y anuncia prisas pendulares a lo lejos, con electricidad en el cielo. La lluvia no es tan potente y el sol no quema tanto como para hacerme descender. Los anhelos se han pegado como escamas, la espera ya no es tensa y las ideas ahora existen más allá de mis manos.
La escrupulosa suavidad de la mañana en soledad resulta reveladora y no me cae en gracia. El designio de poder hacer, el cansancio, la transparencia, el apartheid a lo bello, la muerte de lo distinto, el plagio en cada una de mis ideas rehenes del papel, el delirio que tienen todos en la cabeza.
Hay molinos detrás y hay molinos delante. Exactamente los mismos. La quijotada es ridícula si la relatividad terrenal entre el bien y el mal aplica a ambas identidad de reglas, si la vara es flexible, si la víctima es terroríficamente un monstruo reivindicado, si el asesino lo es en toda su carencia achacable a mí mismo.

martes, 12 de febrero de 2019

Ocultatio nominis.


Un ave de vuelo rasante estropeó la calma de la tarde. El sol tersaba el aire, y fue trocado por la ambición de los ladridos nocturnos que hoy llegan a mi habitación.
La muerte que se abrió paso, la muerte que dejé pasar y la muerte que  me espera se han sentado en la mesa de mis días. Se han juramentado y ahora sonríen y beben, en nórdico júbilo, quién sabrá nunca por qué.
No te diré mi nombre y no me contarás tu hazaña, pues no tiene importancia lo que queda de lo sido.
Veremos juntos cuanto hay que predicar del hoy y del mañana, con el solo consuelo de la historia, maleable hembra sirena, que me delatará… que acabará por terminar conmigo.
La poesía, la novela, no serán bienvenidas en las risas y lágrimas de la habitación oculta, pues sufrirán el destino de los paganos, el destino de los no-pueblo.
Venga la música mi amigo, solo para vos y para mí, solo por un momento, a hablarnos de hermosas mujeres y húmedas tierras.
Sea absoluto nuestro ser y anhelos. Séalo siempre así, so pena de eternizar a los idiotas que relativizan la luz de la razón, de la dicha y del alma.
La esperanza del fuego, la alegría del aire y la vida del agua nos llaman. Vas a quedarte sin mí; voy a quedarme solo. Al final cumpliré con las cinco condiciones del pájaro, sin dichos de luz, sin dichos de amor.
Veré las hojas caer sin poder conectar. Mientras todos se hacen uno y el mismo, correré en todas direcciones a la vez, escapando lentamente de mí.
No doblegarán mi alma y no cambiarán mi espíritu, pues me siento en casa al sostener la voz que empuña la justicia en los diminutos instantes de la vida.
Preciso en los segundos y minutos, letal en los años, reiré de nosotros… el daño nunca fue tan grave, el casco estará intacto.
Reflejarán sus palabras desde los muros, ecos de la habitación del azar cuyos vertiginosos bríos de sal serán hallados heridos y sin mañanas. Solo entonces, mi amigo, escribiremos las cartas apologéticas que jamás habrán de ser nombradas.