“Ah, ah, soy Altazor, el gran
poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna,
sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas. De cada
gota de sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar
como a botellas de vino. Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de
profeta”.
Altazor
– Vicente Huidobro
A
todo esto se ha reducido mi grandeza. Tratar de estar despierto y recordar mi
nombre. Escaparate que dice libertad, viejo mostrador de terceras o cuartas
generaciones vendiendo bulones. Moho. ¿Será que en realidad esperaré al último
segundo para realmente entender algo? Como me aprieta el aire, como me ahoga el
sol.
Verás,
amigo mio, mi soledad es enorme, pues he perdido la habilidad de veros como
personas, he atrofiado mi alma y ya no la veo reflejada en ustedes.
Siempre
creí ser heraldo de mi mismo. Y ni siquiera yo tener la fuerza para detenerme. Pero
la mañana, que horada mi voluntad, me trae con los pies cansados. Me aploma y
extingue día tras día como al Rey de Rohan.
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