…still a man hears what he wants to hear and disregards the rest.
Simon & Garfunkel
Todas las formas de hacerte reír mientras
sostengo los momentos para mostrarte mis huellas en la luna, prometiendo cosas
con mi mejor cara de suertudo. Todas las ganas y la visión, los efectos y el
sol que sale mañana y que ya vimos ayer. Todo el eco de mis plegarias cobardes…
límites que se definen al enunciar límites.
La escena detrás de la escena. Perversos
beben sangre e indignos comen mierda en la mesa de un discurso de rarezas,
todos ofendidos a altas horas de la noche. Discuten la revolución de pico, la
revolución idiota. Se sienten autorizados a pensar imágenes, sus imágenes. Se
sienten autorizados a reinventar el mundo mientras la rueda te aplasta con un
dibujo bien pragmático.
Se preguntan, se responden. Me
preguntan y empiezo a sospechar que realmente soy un adicto, sin coraje para
asumir mis bueyes y mi arado. La insignificancia y el asco producen cierto sentimiento
con olor a oxímoron, con una especie de “me importa poco todo esto que tanto me
repugna”. Ahí llego a la calle sin salida, y creo, quizás sea falta de
carácter.
¡Qué secuencias! Y aún así, ¡qué
vacío! Es infructuoso el juego de querer interpretar el propio significado y,
aun así, denostaré al que no lo intente. Vicios de nenes burgueses, con
problemas de nenes burgueses. La tormenta es oscura, y qué hago yo con este
regalo, qué hago con la energía que explota todos los días y, sobre todo, dónde
está la reglita para medir.