viernes, 23 de septiembre de 2016

De melón

El selector en graves y un bending que te mueve el corazón. Entre nosotros hay un tiempo con olor a pastillita de melón, de esas que ya no se consiguen porque no hay más… ya no hay más. Es posible que tan solo sea mi imaginación, pero la sospecha de un augurio que va océanos por delante es demasiado fuerte como para hacer oídos sordos. Lo que no se es, en parte nos integra, pero se atomiza en escandalosa ausencia.
Rápidas las euforias y ciclotímicos los humores del amor que se quedó en el tiempo, nuestro tiempo, y que alguna picardía de la fuerza vino a despertar de su helado sueño. Esa paradoja que nos recuerda a cada momento que segundo tras segundo somos un poco menos nosotros, nos desgranamos y nos vamos yendo despacito.
¿Y qué hay de tu risa, qué? No se me permite adueñarme de ella, al menos si la luna no duerme. Pero creo que es el miedo a morir perdido en espejismos… tal vez no sean felices todas mis palabras al salir de mí. Tal vez caigan todas al cruzar la frontera del calor de lo profano y se quemen en terribles gritos de dolor.

No he conseguido hasta hoy hablar sin consecuencias pesadas, sin rasgar todo. Presiento que es deuda por saldar. Pero las explicaciones sobran si nos consumimos, si a cada rato jugamos a romper esas cajitas en las que nosotros mismos nos metimos. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Las mentiras fundamentales

El estilo avejentado del primer párrafo original de todo lo que quise decir esta vez se perdió en el éter. Se elevó como el vapor de agua que me hipnotizó cuando pensé en crearlo y fue uno en la atmósfera y en mi conciencia. En todo caso creo escuchar un sigiloso recuerdo que habla sobre las mentiras fundamentales, pero el tiempo es escaso.
Si acaso osara mirar para otro lado y disimular sobre la marcha ante la esencia que me espeta, caería irreductiblemente en la nada. Todo sería en vano y no auténtico a cada paso. La tierra bajo mis uñas me aploma y el sol me recuerda tus noses que decían sí… mentira medular.

El viento que navego me trae menos recuerdos que antes… 

martes, 20 de septiembre de 2016

Un hombre para Sofía

"El amor ha sido el opio de las mujeres..." Kate Millet.
En Línea.-

Un hombre para Sofía: no está cebando tres horas por día durante un mes y medio para después llegar y no dar ni la hora; no organiza un plan para después cancelarlo por otro mejor, no, se hace cargo y ni le dice del otro plan y se la aguanta. No dice que la va a cuidar y la pone en riesgo de embarazarse. No espera que ella le escriba, la despierta con buenos días y la despide con buenas noches. No se llena la boca con lo que hizo y no hace nada. No se sienta cómodo esperando a que ella venga, le organiza planes y la sorprende. Si le dice que la quiere conocer la conoce, no se la franelea cuando le viene bien y le cuadra. No le quiere dar vuelta las cosas cuando discute diciendo que ella lo trató como a un chongo cuando ella le tuvo paciencia y cuando por chongo no pasaba ni por casualidad. Si no quiere estar con la que cebó durante cuatro meses se lo dice, no espera a que ella se harte y lo mande a la mierda. Un hombre se compromete o no hace perder el tiempo a la persona que sabe que quiere otra cosa. Un hombre, si dice que no va a mandar más mensajes, no los manda, no avisa que no va a mandar más mensajes con un último mensaje para hacer enojar a la otra persona. Un hombre, si dice que es sincero, lo es, no se enoja solo e ignora a la otra persona. A un hombre, no hay que decirle cómo tiene que actuar, porque lo hace y punto. Bloqueado. Lamento decir que no fue un gusto conocerte. 

Sofía.


jueves, 15 de septiembre de 2016

Cartuja

Catatónico y en estado de pánico evitas pensar. Hay una especie de precipicio dentro de cada cono de esa caja vintage con la que te derretís la cabeza. Es el abismo, tan grande y helado, que por momentos parece cortar y por momentos resbala. Las alusiones están todas sentadas y te miran como si hubiera algo nefasto en todo este sonido.
La noche que encierra en su corazón el día más lindo de la primavera puede hacerte creer en boludeces, pero a fin de cuentas terminás entendiendo la conexión de los irrefrenables sucesos, de las crónicas vueltas de un viaje que no tiene héroes ni traidores. Las ideas empiezan a ser menos, o quizás no…  ¿es que son oscuras? ¿Qué es todo lo que no puede resolverse pensando? ¿Y qué hay de todas esos hipotéticos berretas que (pensás) resolvés a diario? ¿Qué es lo que gano y qué es lo que no?
Tu ancla de capa te volvió a agarrar con un interrogante sobredimensionado, ¿sobrevalorado quizás? La intelectualización es una herejía barnizada con óleo, empapelada con ediciones lujosas de Cervantes… que se ahorca con un juego de cuerdas cero-diez y que siempre, siempre, camina a tu lado, riendo e hilando incomprensibles frases vertebradas por toda lógica de lógicas.

De la misma forma con que pueden leerse en tus ojos todas las líneas del futuro, podés leer en mí el sánscrito indescifrable de mi ansiedad. La lluvia va a caer, el sol va a arder eternamente en lo que a mí concierne, y aún así no me figuro toda la foto. Todo indica que esto de los axiomas no es lo mío. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

Blue note

Esteros eternos de calma te acechan y escrutan a través de terribles ojos redondos y grandes. Esperas la fuerza del segundo eón, pero parece no estar destinada a que la encuentres y contemplas… tal vez demasiado. El sonido en loop de lo que no alcanzaste a pensar a tiempo para decir cuando corresponde te vence al grito de tu nunca más. Porque el drama propio es el que mejores y más líneas tiene; hasta el silencio es intenso.
Golpeás el armónico y te dejás llevar entre las ondas. Hace tiempo que no cuidás un solo detalle ¿ante quién te rebelas? El trip es infantil y el corolario grave, espeso. El espejismo del suelo hizo que parecieras una vez más un acróbata, pero llegaste a la cocina… ¡que densidad la de este lugar! Pero tus manos son más fuertes que toda esta mentira de jugar a ser y las alzas en señal de batalla.
Los silencios significantes, esos que solo se llenan con ansiedad, están plagados de futuro y asustados de variables. En la espesura de la noche solo pienso en que no los alcanzo aunque tal vez estén corriendo hacia mí. La calma llena de ansiedad… paradoja y de esas picardías de la fuerza. Hay que ceder un poco, o quizás no. Hay que esperar o tal vez actuar. No van a darme su sincero augurio de gloria.

La tierra me aguarda para que juntos volvamos a conjurar la invocación. Me aguarda para blandir el mandoble que hará que me invada el vacío. Me aguarda silenciosa y calmada, puesto que sabe que volveremos a estallar. 

domingo, 11 de septiembre de 2016

Gualicho de olvidar

Hay algo de la inercia que toma la tierra al girar, que estás usando en mi contra. Hay algo de toda la espina cruel, verdugo de todo corazón naciente, que me dejaste casi de noche. Son todos los huevos que hay que tener para entender que se llegó tarde pifiando el reloj, y así vivir entero.
En el esquema de todo lo divino, no cabe espacio para el sonido de los violines de avería. Con la taquicardia se me estrecha aun más el pensamiento, y resuelvo mal. Los sonidos en loop me hacen perder el rumbo, me desmagnetizan.
No ha habido tierra en la que hayamos encontrado la calma, el esquema de lo nuestro. Ciertos encuentros desquiciaron el salón de los recuerdos, ensuciándose a sí mismos. Tal vez alguien con autoridad se refirió a estos últimos, y fueron fatalmente condenados.

Lentamente pretendo callar, pero no voy a conseguirlo. Se simplifican en soledad las magníficas ilusiones de un beso con el síndrome de abstinencia de conformismo. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que ambas ellas, antes de partir, escrutaron temiblemente mi ser… y mi soñar.

jueves, 8 de septiembre de 2016

La pequeña novia del carioca

Abre os teus braços, meu irmão, deixa cair.

El preludio de una tormenta intransigente no acostumbra coincidir con el sentido de la oportunidad. El sonido tribal de las baldosas que corrieron bajo tus pies por lo menos una hora sin parar. La crecida del asfalto que amenaza con dejarte oliendo a brea y alquitrán. El grito del árbol que se convirtió en cuervo solo para asustarte más. Todos ríen gravemente, pero nadie se inmuta. No creo que los hayan notado. No creo que hayan notado que sobreactué.
Cuando pasaste la segunda cuadra es posible que hayas parado. Es posible que te hayas detenido al menos un segundo solo para probar si la presentías. Te pegas un jabón del carajo porque pensás que paraste un segundo eterno. Ya no rieron más, quizás se quedaron sin birras, sin puchos.
Se me ocurre que, entre el silencio y ese segundo entreabierto, pudiste mirar y verla a través de la puerta de un ojo negro. Se miraron y se rieron bastante, tanto como para divertir la contabilidad de la economía universal y que un segundo sean todos los que puedas imaginarte.  Te vi quejándote sobre el final y no entendiendo este tema del tiempo. Pero ella no hizo más que reír y contagiarte.
La tormenta camina hacia vos despacio, constante. Incluso estando en la altura no serías capaz de huir. Muchas veces presagiaste en clave hostil… y ni eso va a suceder. No entiendo bien por qué razón sonreís al mirar, incluso antes. Pensas, entendes, decis, hablas… justo antes. Es pequeña. Ella es pequeña, pero ahí está, eternamente enamorada.

Quizás al abrir los ojos a la mañana de mañana, puedas soñar de nuevo esperando todo un nuevo aliento.