jueves, 15 de septiembre de 2016

Cartuja

Catatónico y en estado de pánico evitas pensar. Hay una especie de precipicio dentro de cada cono de esa caja vintage con la que te derretís la cabeza. Es el abismo, tan grande y helado, que por momentos parece cortar y por momentos resbala. Las alusiones están todas sentadas y te miran como si hubiera algo nefasto en todo este sonido.
La noche que encierra en su corazón el día más lindo de la primavera puede hacerte creer en boludeces, pero a fin de cuentas terminás entendiendo la conexión de los irrefrenables sucesos, de las crónicas vueltas de un viaje que no tiene héroes ni traidores. Las ideas empiezan a ser menos, o quizás no…  ¿es que son oscuras? ¿Qué es todo lo que no puede resolverse pensando? ¿Y qué hay de todas esos hipotéticos berretas que (pensás) resolvés a diario? ¿Qué es lo que gano y qué es lo que no?
Tu ancla de capa te volvió a agarrar con un interrogante sobredimensionado, ¿sobrevalorado quizás? La intelectualización es una herejía barnizada con óleo, empapelada con ediciones lujosas de Cervantes… que se ahorca con un juego de cuerdas cero-diez y que siempre, siempre, camina a tu lado, riendo e hilando incomprensibles frases vertebradas por toda lógica de lógicas.

De la misma forma con que pueden leerse en tus ojos todas las líneas del futuro, podés leer en mí el sánscrito indescifrable de mi ansiedad. La lluvia va a caer, el sol va a arder eternamente en lo que a mí concierne, y aún así no me figuro toda la foto. Todo indica que esto de los axiomas no es lo mío. 

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