Esteros
eternos de calma te acechan y escrutan a través de terribles ojos redondos y grandes.
Esperas la fuerza del segundo eón, pero parece no estar destinada a que la
encuentres y contemplas… tal vez demasiado. El sonido en loop de lo que no alcanzaste
a pensar a tiempo para decir cuando corresponde te vence al grito de tu nunca
más. Porque el drama propio es el que mejores y más líneas tiene; hasta el
silencio es intenso.
Golpeás
el armónico y te dejás llevar entre las ondas. Hace tiempo que no cuidás un
solo detalle ¿ante quién te rebelas? El trip es infantil y el corolario grave,
espeso. El espejismo del suelo hizo que parecieras una vez más un acróbata,
pero llegaste a la cocina… ¡que densidad la de este lugar! Pero tus manos son
más fuertes que toda esta mentira de jugar a ser y las alzas en señal de
batalla.
Los
silencios significantes, esos que solo se llenan con ansiedad, están plagados
de futuro y asustados de variables. En la espesura de la noche solo pienso en
que no los alcanzo aunque tal vez estén corriendo hacia mí. La calma llena de
ansiedad… paradoja y de esas picardías de la fuerza. Hay que ceder un poco, o
quizás no. Hay que esperar o tal vez actuar. No van a darme su sincero augurio
de gloria.
La
tierra me aguarda para que juntos volvamos a conjurar la invocación. Me aguarda
para blandir el mandoble que hará que me invada el vacío. Me aguarda silenciosa
y calmada, puesto que sabe que volveremos a estallar.
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