Hay algo de la
inercia que toma la tierra al girar, que estás usando en mi contra. Hay algo de
toda la espina cruel, verdugo de todo corazón naciente, que me dejaste casi de
noche. Son todos los huevos que hay que tener para entender que se llegó tarde
pifiando el reloj, y así vivir entero.
En el esquema de todo
lo divino, no cabe espacio para el sonido de los violines de avería. Con la
taquicardia se me estrecha aun más el pensamiento, y resuelvo mal. Los sonidos
en loop me hacen perder el rumbo, me
desmagnetizan.
No ha habido tierra
en la que hayamos encontrado la calma, el esquema de lo nuestro. Ciertos encuentros
desquiciaron el salón de los recuerdos, ensuciándose a sí mismos. Tal vez alguien
con autoridad se refirió a estos últimos, y fueron fatalmente condenados.
Lentamente pretendo
callar, pero no voy a conseguirlo. Se simplifican en soledad las magníficas
ilusiones de un beso con el síndrome de abstinencia de conformismo. Sin embargo,
debe tenerse en cuenta que ambas ellas, antes de partir, escrutaron
temiblemente mi ser… y mi soñar.
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