El mundo que veo
venir, ese que se precipita, que engulle la calma con un pitido cada vez más
grave. La noción del tiempo nos hace menos inocentes, nos vuelve pesimistas,
nos quita ansias e ilusión.
Sos un
fundamentalista de las cosas simples, un desenredo del último sueño del Sultán,
que encuentra eco solamente en tus pensamientos, que se refugia en lo que vos
soñás, en lo que miraste alguna vez con ojos grises.
Ni los odios
mundanos ni el castigo fetichizado de los dioses pueden alcanzar los talones
del olvido, pues la memoria que intensa crea parte de la realidad les acribilla
plomo a plomo en su razón de ser. Todo ese conocimiento quizás contraste con la
calma del agua.
Todos tus días
de alegría, de belleza, de intuición de planes supremos fueron lunes. Se regodea
el sentido de la oportunidad, que nuevamente hace de las suyas y ríe, ríe tan
intensamente como imaginás deberías reír vos.
Conocés el
camino como la palma de tu mano. La llave hacia el otro lado, la escueta
rendija por donde la luz invita a pasar. Todos están allí en tu invocación, todos
presagian el futuro con tierra en sus manos. Todos consultan con la vida.
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