Hablamos
un rato tomando té en un sillón
incómodo. Solo mis pensamientos saben cuánto traté de ver a través de tus ojos,
cuánto amor te habría jurado en ese preciso instante. Vos hablabas de mil
problemas, yo solo escuché un montón de ruidos sin sentido, y un único camino
para mí. A cada minuto repetías, preguntabas, espetabas y yo, como manco del
alma, solo intentaba no mirarte los labios.
Todo
esto no mereció una gran frase, un abrazo o una confesión de amor. A fin de
cuentas, a cada paso de salida siento como tu voz nociva me golpea, me desarma
y enoja hasta el odio. Aunque si tuviera que pensarlo, solo me quedaría la
realidad, esa que me sienta en esta silla a pensarte otra vez, nociva y todo.
Soy
ofensivo conmigo, desastres son las iras de uno mismo, catástrofes que matan el
azul de mi sonido.
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