viernes, 17 de noviembre de 2017

Ho'oponopono

A lo sumo cincuenta años. No es mucho si te ponés a pensar ¿Y qué hicimos? Nada. ¿Y qué podemos hacer? Nada. Podríamos disfrutar un poco de la vida, lo que parece ser la tarea más difícil encargada al hombre.
Olivia.
Todo se paga acá. Este es el mismo techo, el mismo piso, el mismo baño… siempre lo fue. De qué sirven la pasión y la ira vehemente, de qué sirve la ambición interminable por la justicia diminuta de los segundos si solo yo escucho mi canto, si solo yo clamo por ella.
Los extremos, el centro, la redundancia de tanta hipocresía y tanto incompetente por metro cuadrado, todo al son del derrumbe de los colectivos sueños que te hacen empujar de todo, con todos; que te hacen inventar fuerza e invocar titanes. Los anhelos se me amotinan y cantan canciones negras mientras los veo atónito degollar riendo mi determinación y temple… quizás rueden largo rato sus cabezas.
Todo está escrito antes del punto, porque hables, abraces, beses, ames, escuches, grites: ya está. Somos sujetos del desorden resignados a buscar un sentido. Es un paradigma de mierda. Es la piedra del éxito que reemplazó a la del fracaso y que pesa paso a paso.
Si hay humo y hay verdad, si hay sombra y hay mañana ¿qué hace toda esta nube acá arriba? ¿Qué se espera ante el dolor? ¿De qué se disfraza Dios para arreglar este quilombo?

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