lunes, 17 de junio de 2013

Manifiesto vehementemente

Vengo de una cuna cargada de amor, esfuerzo, inconsciencia y claridad mental.  No puedo imponerme ser esencialmente distinto y no puedo dejar de exigirme ser espiritualmente mejor. El determinismo que  marca un legado nunca me ha dejado olvidar el hambre que no sufrí, y de ahí una ambición por la justicia interminable, gigante en los diminutos y efímeros momentos de la vida.

Vengo de un molde cortado con la cuchilla del intelectual sin estudio, del apasionado prudente y del protagonista modesto. No puedo entregarme al vicio de rebajar ni ser rebajado ante nadie. Una sola idea primitiva desvanece la electricidad de un mundo disimulado, y por ello he de recordar que me debo a mí y luego a mis pares, en quienes deposito la alegría de haber saldado la cuenta propia.

Vengo de un ideal herido, de un principio truncado y de un estandarte manchado por la crueldad ajena. No puedo correr desbocado sin aprender, sin recordar. La sinergia de cada uno de los eventos pasados me hace responsable por el modo en que me comporte ante los futuros. Por ello, debo despegarme de la relatividad terrenal entre el bien y el mal, sabiendo que esta aplica a ambos identidad de reglas.

Vengo de una explosión de poder vital, un torbellino que arrasa y una mano delicada que acaricia. No puedo permitirme hacer bien a otros sin antes hacerlo conmigo. Idea con paradoja por médula, que se eleva en los más afinados cantos del mundo disimulado y pretende alzar en júbilo a quien muere por dentro, ante el silencio de todos.

Vengo del mundo del equilibrio, de la conexión con el suelo, de la reflexión que consuma. No puedo dejar que se detenga el diálogo, la llama que ilumina la puerta a la casa del pensamiento… allí donde habitan la razón y el azar. Y no es amor a lo metafísico, elevado. Es amor a lo inicial, a lo primero, a lo eminente.

Y vengo del mundo en el que estoy ahora y en el que tal vez estaré mañana. Me desautorizo a caminar hacia el frente de espaldas. Me desautorizo a caminar hacia adelante con la sien clavada en el horizonte. Me hago responsable de ser un poco en cada uno, y ser todo en mí. 

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