viernes, 17 de febrero de 2012

No juego más.

Antes de que el sol acabe con la noche, antes de que se quede seco el rocío del viento, antes de que me gane el sueño. No fue sino hasta un día tranquilo, quieto, que te vi. Y te veo igual que siempre, lastimada y defraudada alma que aprendió a pensar mal para acertar. Porque no creo que no tengas razón, es que no hablo. Debo decir sin embargo, que mil iras volcánicas explotan en mi lado oscuro viéndote aceptar... viéndote resignarte a ser igual. Un niñato, o al menos parte de él, no deberían hacer mella en los pasos que diste adelante, y sin embargo, ahí estás. Te veo tristemente igual. Dejé muchas cosas atrás de un soplido y todavía algunas sujetan mi mano. Otras tantas las guardé en mi bolso y ya no voy a sacarlas de allí. Pareciera que uno de los acertijos, es que el tiempo es una máquina a la que hay que aprender a descomponer. Me quedo pasando un lampazo al salón del corazón, que yo solo ensucié.

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