La belleza es, antes que nada, avasallante.
Sos
una idea de los 15 o 16. Sos una flor que siempre sonríe al sol. Estamos vivos y
eso embellece el dolor y da sosiego al alma. Refugio de ojos grandes, de
inesperadas conversaciones y cálidas notas. Fuero del espíritu que a veces
olvido, pero que siempre está, susurrando como el viento en las hojas de los
altos arboles, entre senderos y ramas.
La
intuición de ángeles asesinos y humos negros mientras todo se desmorona,
mientras la voluntad se quiebra. Recurro al brillo prístino de una voz con la
dulzura de los azahares que llega como rocío en la mañana de primavera. Para hablar
de nada en especial.
Caigo,
y por algún motivo siento que vuelvo a empezar con tu mano muy cerca, con tu
voz muy suave.
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