jueves, 17 de noviembre de 2011

Mogollón.

El problema es que se bien como se llama esta historia. La lluvia afuera, el sol y el frío, conmigo. Mis pies nunca se movieron de lugar, dejando pasar un derredor que creí dominar con indiferencia. El tiempo es eso que está entre las piedras y nosotros… solo le alcanza un momento para encontrarnos y ponerse a jugar y a reír.
En el crepúsculo de  mi alienación, en la oscuridad, la ternura hostil y remota de dos luceros, que gravemente distorsionaron todo, sin que yo mismo lo supiera... Mi retina vio lo mismo… y no era. Y no te quise y nunca te vi. Cinco minutos tardé en saberlo todo, y nunca supe nada.
No somos más que gente, y no me gusta creerlo, no me apetece. Creo fielmente en los problemas, y en el poder sanador de una cama de una plaza, que incómoda hasta ella, explica que la distancia es suicida, pues está allí para recordarnos que no existe.
La metafísica se me mezcla con perfume y con unas lagrimas que jamás creí llegar a ver caer.
Tu nariz o la mía, el alcohol, gritaban algo que ninguno quería decir. Pero ahí estaba, ahí estuvo, y junto al frío y el sol aquí se quedará conmigo. Y aunque no sea una declaración de amor, conmigo te quedas, mogollón. 

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