jueves, 20 de octubre de 2011

El despabile

Despertar  no es sencillo. Sobre todo teniendo en cuenta que aun despiertos, la materia gris parece susurrarte al oído en tono burlón, que el coma continúa.
La realidad está allí afuera, nosotros… aquí, adentro. ¿Qué clase de loco puso el pentagrama de la realidad al alcance de nosotros, los niños del universo?
Verdades absolutas… ¡sí que las hay!; existen allí donde nuestra sensibilidad comprende la lógica del azar.
Reconocer esta nimiedad nuestra, nos da pie a la bravía del contendiente que se sabe muerto y eterno, nos inviste con la nobleza del sabio cuyas palabras tienen otras bocas, y nos arma con la prudencia de un padre que sabe bien que su vida vale más en casa que en la arena.
El que reflexiona, obligado está a hacer reflexionar. Para quien no crea en las casualidades, basta saber que su ojo crítico no es casual… dejo lo demás a su valoración. Y para quien piense que va atado a su destino, y que nada puede hacer para cambiarlo, comprenderá que está llamado a influir en los demás… reflexionar el cómo, es cosa privada.
Ver el cambio como singular y bello en sí mismo, absorto totalmente de medida, no grande, no pequeño, solo esencial.
Y sobre todo, respetar esa esencia. El que ríe de la esencia, no encontrará motivación última, puesto que aquella es la puerta del camino que comienza.
Sin ella, sin la esencia, la búsqueda de la verdad, de esa brizna común entre nuestros ojos y la realidad, se vuelve redundante.
Mañana será otro día, habrá sol y mucho por lo que despertar.

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