Lo que yo quiera, siendo asunto mío, no
debería importarte. Pero las cosas no son solo asunto de uno. Cuando alguien se
ríe plenamente, algún otro disfruta con el gozo de quien ha hecho reír al más
parco y todo parece elevarse, consumirse en una buena y más lograda atmósfera.
Que me entiendan no pasa por ser
complejo, sino por la aptitud de ser entendido y, por sobre todas las cosas,
por el deseo capitalizado. No deberías estar encerrado cuando la inmensidad
toca a tu puerta, porque la verdad de la milanesa no está en la sartén que la
frió, sino en el minerva y la sal que la hacen feliz.
Exponerse es abrir un poco los ojos; es
de un golpe súbito recordar que las maquinaciones que uno pueda pergeñar no son
siempre el fiel reflejo de uno mismo, y muchas veces no llegan ni al marco del
espejo.
La pasión por las cosas, la vehemencia,
el ahínco no pueden consumirte en un rojo vivo constante, porque solo serían
vicios suicidas. Quid es dominar de lleno y pleno el pasar de cero a cien,
pensar y pisar… pero clave de una vida feliz, macabro ardid anti-oxido es
desacelerar a voluntad.
Por lo demás… sinceridad con quien más
te ha querido jamás, vos, te salva y alimenta para que entregues algo a los
demás; a fin de cuentas, ya no es solo asunto mío.
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