domingo, 28 de octubre de 2012

A river runs through it

"...I've got this light
I'll be around to grow
Who I was before
I cannot recall..."

Eddie Vedder -Long nights-



En las montañas aprendí la diferencia entre el bien y el mal, aunque la aplicación de ciertas cosas trae consigo el aprendizaje de una vida o dos. En las llanuras cosmopolitas, aprendí sobre la vida de los hombres, sobre la muerte de la gente que uno ama y sobre todo lo que uno tarda en empezar a ver. En la vieja península vinieron a mi dos cosas de considerable tenor: la primera, la intelectualidad que nunca busqué; la segunda, errores sobre los que pensaré hasta mi último respiro. 
Hoy lejos de todo, cada vez un poco más, parezco no poder parar de correr. 
Es que uno no puede declararse libre a si mismo, uno no puede definitivamente decidir en qué momento está suelto de toda atadura y tiene relajo para pensar sobre lo que lo rodea. 
Transcurrir sin presión, parece ser una encomienda para la cual no fui creado, y sin embargo no creo anhelar cosa distinta. 
Todas las tardes, me siento a tomar un mate junto a La Ansiedad y a La Bestia, y conversamos largo y tendido sobre su propia desaparición. Ambos me trajeron hasta aquí, pero ambos están hambrientos... les preocupa que no los alimente.
Todos los amigos, todos los amores, todo conocido y no tanto viene a mi encuentro al menos de manera crónica, a recordarme palabras, a recordarme besos, abrazos, silencios.
Pero en un último punto, y aunque haga esfuerzos, todo parece dar igual... no hay un plan, no tengo un plan. Mi muy ínfima mente aun no entiende cuál es el sentido de no saber nuestro propio plan, o no saberlo nunca... es un insulto a la eficiencia universal.
El cultivo intelectual vicioso, ocioso, tampoco es tan grato como siempre esperé, sin toda esa gente para compartirlo. Ni té o mate, ni vinos, ni cañas, ni siquiera un buen riff para soñarme estrella.
Afuera nevisca, y todo tiene más olor a casa, casi de abrazo.

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