miércoles, 28 de diciembre de 2011

Rata del estrecho.

Un estado de violencia mental tan alto que cuando uno tiene que decir las cosas, cuando tiene que actuar, todo está en blanco.
Los ojos me arden, y con los piratas del estrecho a veces me río un poco y bebo para pasar estos ratos. Estos ratos que son los mejores desde hace un tiempo. Estos ratos de paz, en donde soñamos que estamos en la tierra que queremos estar.
La idea de que todo tiene que ser digitado con movidas de Kasparov, empieza a no cerrarme. Pero no porque no sean dignas de ser intentadas, sino porque no jugamos en un tablero de 2 granos de arroz a la 64. Esa perfección cuadrangular de la que no me puedo escapar ni para tomar un café, esa que sé bien, me va a hacer fallar más de una vez.
Sin embargo, aun tengo mucho que decir, y aun con la mente en blanco, totalmente acalambrada de sentido, intentaré descifrar qué es.
Un Gin en una sola noche tiene que valer algo más que solo la resaca, como la precisa y certera palabra que le ponga nombre al exacto milímetro vale mucho más que éste.

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